“La soberbia del hombre es hundida por la realidad de la montaña” sería un buen resumen o titular para la experiencia o viaje de este año a los Alpes. Quizás las ansias de conquista, de tener un magnífico resultado de mentalización, de entrenamiento, me hizo aspirar a retos, objetivos que parecían tan cercanos o alcanzables desde casa, como increíble, titánico y ostentoso en la realidad a pie de pared.
Todo comenzó con la anulación in extremis de la fabulosa y magníficamente planeada Expedición a Perú. Justo el día antes de la salida de su avión, hospitalizan el que iba a ser mi compañero de actividades y ascenso, habiendo planeado la subida al gran Nevado Huascarán, la montaña más alta del país y la cuarta más alta de Los Andes, de América… no pudo ser. No había más compañeros, éramos nosotros dos, y si uno fallaba, yo no tenía el valor de atacar tan imponente reto en solitario; con lo que anulé también mis vuelos y viaje. Hace pocas semanas que pasé el Covid y gracias a ello estoy a esperas de que me devuelvan el viaje a Perú… cosa que también me debilitó y bajó mi magnífico nivel conseguido en el entrenamiento de este invierno…
El caso es que se anuló la Expedición a Perú y esperé a que me confirmaran el cambio de fechas de las vacaciones (pedí junio para Perú, pero ahora que no iba, las quería para julio), para contactar con compañeros de aquí en Cataluña y de Almoradí para organizar, de nuevo, in extremis, una salida a los Alpes de una semana u ocho días. Contacté con David Soriano, el cual estaba organizando una viaje a los Alpes con otro compañeros (que solo podía salir la primera semana de julio) y con Antonio de Cox que trabaja en Suiza hace años; y con mi viejo compañero, amigo y Tesorero del CEA, Manuel García “Manolet”, para también ir a los Alpes, pero la segunda semana de julio esta vez.
Dos buenos compañeros. Con David ya había coincidido en alguna expedición pero con Manolet aparte de los viajes de Semana Santa y los puentes, no había coincidido en estas expediciones de verano… así que la idea era poder organizarlo con Manolet y hacer una salida con él a los Alpes, me hacía ilusión, hacia más de una década que no salíamos juntos a la montaña, con lo que entre uno y otro, y mirar fechas, decidimos salir la segunda semana de julio hacia los Alpes.
También convenzo a Pau, ese aventurero, escalador, gran persona y físico montante, suficiente. El resto de compañeros de Barcelona, Cataluña, no dicen nada. A mis dos compañeros de grandes montañas de antaño de Alicante, ni se lo menciono ante la imprevisión, rapidez y cercanía de fechas… seguramente con la familia ya han hecho sus planes. Pau será un buen fichaje para abrir las vías y ascensos en roca y mixtos a los picos objetivos de la actividad.
Y mientras los compañeros se decidían para venirse unos días a los Alpes, yo organizaba el viaje, la actividad. Quería volver al Glaciar Aletsch. Esa impresionante, larga, ancha, lengua glaciar con recorrido de unos 23 kilómetros y con esos rincones como Konkordia, Jungfraujoch, esos picos excepcionales como el mismo Aletschhorn, Jungfrau, Mönch… altivos, preciosos y espectaculares… tenía que volver antes de que el cambio climático destrozara y deshiciera, fundiera, más aún el hielo del glaciar.
La idea era seguir los pasos de hace 5 años y, saliendo de Fiesch, llegar al Refugio Konkordia, intentar hacer una montaña, y después subir por el mismo glaciar hasta su nacimiento en el Jungfraujoch, ir al Refugio del Mönchjoch y ascender otra montaña desde este refugio. Después había ideado bajar por el famosísimo tren cremallera del Jungfraujoch hasta Grindelwall o Interlaken, y volver a Fiesch, igual que lo hicimos en aquella vuelta hace 5 años desde Grimselpass por el simpático tren suizo… pero Manolet decía que no, que la vuelta en tren sería un lio y que había que salir por el mismo punto por donde habíamos entrado, también dejamos de ir a un refugio que se acercaba más a uno de nuestros objetivos alpinos, con lo que tendríamos que intentar ascender el Aletschhorn desde el Refugio de Konkordia. Y desde el Refugio del Mönchjoch, ascender al muy visitado Mönch (El monje), volviendo por todo el glaciar hacia abajo hasta el punto de partida, Fiesch… hasta incluso habíamos programado algún vivac en la bajada en pleno glaciar, si no llegábamos a la localidad mencionada… ¡para qué habré hecho caso a Manolet!… pero realmente solo fue uno de los muchos condicionantes que hicieron de este viaje “extraordinario y especial” … no llegó a ser desastroso, pero también se podía calificar algo de esta manera…
Igual que hace 5 años mi objetivo alpino era el pico más alto de los Alpes Berneses, este año el objetivo era hacer el segundo más alto. Hace 5 años subimos el Finsteraarhorn de 4.274 mts., esta vez iba a ser el Aletschhorn de 4.195 mts., pico que lleva el nombre del famoso glaciar, y que quedaba al oeste de Konkordia. La montaña es una belleza, aparece un enorme campo de hielo en altura culminado por un pináculo, y al que hay que llegar sorteando precipicios y crestas con terreno mixto. Queda justo en el centro de la barrera o muro que limita la parte del Glaciar Aletsch que desde el mismo Konkordia va al Refugio Hollandiahütte hacia el oeste, y que llaman Grosser Aletschfirn. Pero la ruta normal a este pico no sale desde este lado de las inmediaciones del Glaciar Aletsch, que sería su cara norte, si no que sale desde dos rincones en valles al sur del mismo pico, sin tocar los hielos de este glaciar, con lo que la dificultad o inconvenientes son mayores si quieres combinar una actividad por el Glaciar Aletsch con la subida a su pico más alto, el Aletschhorn.
Con lo que tuve que buscar en internet alguna ruta que desde el refugio más cercano, que era el Hollandiahütte, cogiera un ascenso, una entretenida subida entre los verticales muros y hielos de esta barrera. No hay mucho en internet, solo encuentro 2 o 3 reseñas difíciles de buscar, pero en todas me indica que hay un espolón entre caídas de peligrosos glaciares verticales, que nos subiría desde el horizontal y gigantesco glaciar, hasta la cresta que, cogiendo la ruta normal desde el sur hacia la cima, en la cresta de esta magnífica barrera o muro rocoso, ya nos llevaría girando a la derecha, hacia la cumbre del Aletschhorn. Es la Haslerrippe, 700 mts. de subida con pasos sostenidos de Iº y IIº y con un paso de IIIº… No es una graduación muy alta o dificultosa, si comparamos esta graduación con la ibérica o pirenaica… pero son los Alpes… Con lo que ya acabo el informe del viaje con fotos, mapas y recorridos que haremos en esta actividad… parece que lo tengo todo bajo control…
Por si el grupo de “los pisaflores” se apunta al viaje, organizo también actividades o ascensos más adecuadas con su nivel y aspiraciones (el grupo de Vicente Molina, Nuria, Tere, Murcia, Roberto… a los que ya acompañé y guie en el ascenso al Bishorn, y al Refugio del Monte Rosa) … pero finalmente no los convencí y no nos acompañaron este año. También Manolet me veta la visita al Hollandiahütte, me dice que si subimos la montaña, lo tendríamos que hacer desde Konkordia… pero al final sería más tiempo ya que está más lejos la Haslerrippe de Konkordia que desde Hollandiahütte… Veremos como resulta…
El ascenso del otro objetivo, el Mönch, es más evidente, fácil y habitual. A pesar de su paso de IIº o IIIº alpino al comienzo del ascenso, la subida por su cresta entre roca y hielo no presenta dificultades más allá de ser un cuatromil en los Alpes, de los que (como siempre dice David) no hay pico fácil en el que no haya que escalar o trepar. Además, el refugio está muy cerca del Jungfraujoch y a mucha altura (menos de 500 metros por debajo de la altura de la cima), muy accesible, con lo que es una montaña y refugio muy visitado, abarrotado, poco romántico como la idea que tenemos de los amables y simpáticos refugios de alta montaña suizo. Bueno… ya lo tengo todo previsto y “organizado”, solo falta coger el coche y salir hacia el país helvético.
Una vez que ya sabemos fechas, recorrido, actividad, reservas… ya solo falta llevar a cabo la aventura. Manolet nos dice que iremos en su coche, ese Mercedes todoterreno. Semanas antes, fui a Almoradí y quedé un par de veces con él para hacer recorridos por la Sierra de Callosa de trepadas y desniveles, verticalidades, crestas… para ir preparando la mente y los movimientos por si nos encontramos condiciones parecidas en las ascensiones a los picos (que según la información que había sacado de posts en webs, había pasos de IIº como mínimo… pero IIº no parece que sea difícil, “¿verdad?”).
Manolet salió el sábado 9 de julio para llegar por la noche a mi casa. Lo primero que se sorprendió era en “lo limpia que tenía la piscina” con la de pinos que tenía alrededor… al otro día habíamos quedado temprano con Pau para salir los 3 juntos lo antes posible en busca de Fiesch, aunque Manolet decía que no hacía falta madrugar tanto por la distancia a recorrer, pero siempre es mejor ir con tiempo de sobra por si hay cualquier contratiempo.
Manolet ha traído enganchado al coche el remolque que se trajeron los compañeros en la última salida a los Alpes en verano del 2.019, en la Vall d’Anniviers y a Zermat. Y dentro de él nos trae una tienda de campaña canadiense grande para 4 o 5 personas, en la que dormiremos los 3 en el camping, junto con unas colchonetas hinchables que se supone cubrirán todo su suelo y dormiremos como si estuviéramos en nuestras camas. El resto de equipaje, mochilas, material… lo echamos al remolque, ¡es increíble lo que llevamos de carga siendo solo 3 personas!
Al otro día salimos sobre las 7 de la mañana quedamos para salir en busca de los Alpes Suizos. Pau se pierde para llegar a mi casa, a pesar de que ya había estado otras veces, pone el navegador y le hace ir por caminos de las masías que hay alrededor de la urbanización, en lugar de por la calle y carretera que une el pueblo con la misma… debido a que al enviarle la situación, mi casa está más cerca del límite de la urbanización que de la misma calle por la que entramos.
Presentaciones y nos ponemos en marcha. Tenemos tiempo para parar en La Jonquera y echar gasolina. Manolet nos da unas charlas sobre economizar en el gasto de gasolina y la conducción. Yo le pregunto sobre temas del mundo de su trabajo, que tiene que ver con las carreteras, gasolineras, transporte… Para pasar de Francia a Suiza, la última vez lo hicimos yendo por las autopistas, Ginebra y después el valle del Valais; pero Manolet nos dice que es mucho coste de gasolina y peajes, con lo que mejor era ir hacia Albertville desde Grenoble, sin pasar por Annecy, ni Chambery, para de esta manera cruzar por una carreterilla desde el valle de dicha localidad, hasta la parte sur del Valle de Chamonix. En Chamonix, después de reconocer la Aiguille de Bionnassay, la Aiguille de Goüter en el macizo del Mont Blanc, seguimos Valle de Chamonix arriba hacia el norte, en busca de la frontera con Suiza.
En Grenoble buscamos una gasolinera propuesta por Manolet cuya calidad/precio sea la mejor de las gasolineras francesas. Hay un Carrefour a la salida de Grenoble, nos desviamos medio kilómetro de nuestro trayecto para llegar, o sea que ideal, pero donde en el googlemaps nos pone que hay una gasolinera, hay un descampado en obras… resulta que había que “aumentar” más el mapa del googlemaps para que, aparte de ver la ubicación de la gasolinera del Carrefour, nos hubiera indicado que estaba “temporalmente fuera de servicio” a causa de las obras. Curioso. A final echamos gasolina en Albertville, en otra gasolinera cerca de un supermercado; a la cual tendremos que volver por una incidencia del ticket que le dieron a Pau al echar gasolina… y cosa que aprovecharemos para comprar queso en el gran supermercado.
Una vez cruzada la frontera con Suiza después de cruzar verdaderos lugares preciosos de bosques y rincones de vida de este macizo del Mont Blanc, una vez pasado Trient, subimos a un puerto de montaña y bajamos por una vertiginosa pendiente en zigzag en busca de la ciudad que parece queda bajo de nosotros, en vertical, pero muy abajo: Martigny. Una vez llegados a esta ciudad ya cogemos las nuevas autovías suizas, no sin antes comprar la etiqueta que nos permite circular por ellas durante un año entero por casi 40 € (para solo 6 días), y buscar el anchísimo y forma glaciar valle del Valais en busca de Sion, Sierre (el cruce con la Vall d’Anniviers), Visp (el cruce con el Mattertal) y por fin Brig, donde está el cruce de recorridos entre valles, cogiendo, como podemos, la dirección de la izquierda y noreste, en busca de Grimselpass, ese puerto de montaña que une las poblaciones de Valais con Berna, con Interlaken, por este lado de la cordillera y del país… y valle arriba, claro y lógico, aparece la población de Fiesch.
Manolet se preocupa que no me equivoque en el recorrido, y realmente no lo he estudiado, he confiado en mi mala memoria, pero no ha fallado; sí que es verdad que las carreteras han cambiado: la construcción del seguimiento y de una nueva autovía en esta parte del valle, nos hace pasar por carreterillas que parece que no van a ninguna parte, pero una vez pasado junto a la extensa y reconocible estación de tren de Brig, compruebo que vamos por buen camino.
Cogemos la carretera que sube valle arriba cruzando varios pueblos, hasta llegar a Fiesch, nuestro objetivo. Cruzamos el pequeño pueblo por el centro. Comprobamos donde está la estación del tren y del telecabina para mañana acercarnos, y salimos del pueblecillo para llegar, girando a la derecha, hacia el Camping de Fiesch con nombre Eggishorn. Buenos recuerdos. Parece que está todo como hace 5 años cuando nos acercamos a este lugar para recorrernos el Glaciar Aletsch y subir al Finsteraarhorn. Incluso nos instalamos casi en el mismo sitio que antaño del camping, pero este año hay más gente… al final determinamos que la gente, los europeos, tienen más vacaciones en julio que en agosto.
El tiempo es muy bueno. Excesiva y peligrosamente bueno. Los Alpes este año se están haciendo famosos por lo peligroso que se están poniendo a causa de las altas temperaturas y el buen tiempo… el cambio climático; cuyo calor sube las laderas de las montañas hacia sus cimas y desestabilizan las rocas, el hielo, haciéndolo muy peligroso. Aquí en el Camping Eggishorn mientras montamos la gran tienda de campaña canadiense y montamos la mesa y sillas de camping para cenar, no hay ni una nube, el cielo es azul intenso, y será el preludio del buen tiempo que nos hará en toda la actividad.
Nos vamos a dormir poniendo el despertador y echándonos sobre una de las dos colchonetas que hemos descubierto está pinchada y que nos ha traído Manolet. Como hace 5 años dejaremos el coche en el camping y caminaremos con los mochilones hacia la estación del telesilla y tren. Veo pasar el lindo tren rojo que se encarama por en medio del bosque por la empinada ladera y hace sonar su pitido para que sepamos se acerca. Es como de juguete, un juguete grande, gigante, sobre una preciosa maqueta de los Alpes.