Nos levantamos aproximadamente a la misma hora que el día anterior; para hacer la actividad de hoy no hay que madrugar tanto como para ascender uno de estos picos afectados por la subida de temperaturas tan brutal de esta primavera, pero es preferible pasar por la zona de grietas antes de las 12 de la mañana, ya que hay nieve que las cubre, y esta nieve se deshace, se ablanda, se funde e inestabiliza con el paso de las horas y el calor del sol… ya ha estado muy castigada desde hace más de un mes con las subidas de temperaturas de este junio pasado.
Justo ese campo de grietas se encuentra entre los tres mil y los tres mil quinientos metros, poco antes de llegar al falso llano de las inmediaciones de Jungfraujoch. Al estar a esta altura aún queda nieve que no se ha fundido por el calor del verano, y a la vez el glaciar hace un desnivel de forma que se rompe con la curva que realiza en bajada, desde su circo entre el Jungfrau y el Mönch, con lo que esta ondulación del glaciar en bajada hace que se abra, que se resquebraje y aparezcan importantes, ocultas y temerosas grietas.
David Soriano ya me informó de las circunstancias y estado de esta parte del glaciar, observado mientras bajaba de Jungfraujoch hacia Konkordia. También me aconsejó o informó de por donde tenía que ir por el glaciar para no encontrarme con grietas o impedimentos en nuestra marcha, porque, aunque sea un glaciar horizontal a primera vista dúctil y manejable, nos podemos encontrar travas como grandes grietas alargadas que nos impidan el paso en una gran superficie y tengamos que dar un rodeo importante… por ello me dijo que una vez sobrepasada la cascada de hielo de otro glaciar que baja (desde el plateau del Mönch al lado contrario del Jungfraujoch), el Emigschneefäld, que nos quedará imponente a la derecha, acercarnos lo máximo al límite del glaciar y morrena de la izquierda, justo en la conjunción o unión entre éste glaciar y el Aletsch que baja de Jungfraujoch… y así haremos.
De nuevo un día magnífico, supersoleado, ni una nube… la verdad es que da miedo en los Alpes tantos días seguidos de buen tiempo… ya conocemos las consecuencias en las alturas y picos… Desde la terraza del Refugio Konkordia hago una foto hacia el recorrido a realizar, hacia la nueva ruta; nos acercaremos a uno de los lugares más turísticos y visitados de los Alpes, tanto a nivel de visitantes como de alpinistas: el Jungfraujoch.
De nuevo bajamos a Glaciar Aletsch desde el Refugio Konkordia por las escaleras metálicas con sus 200 escalones y sus 150 metros que salva, y de nuevo Manolet se agarra como quien se aferra a la vida en una muerte segura, con las dos manos a la barandilla, bajando de escalón en escalón con los dos pies paralelos… casi gracioso este miedo de Manolet a las escaleras “aéreas”. Y una vez bajo ellas, cambiamos de dirección esta vez, ya no vamos hacia la izquierda y sur, por donde llegamos de Fiesch, ni hacia la derecha y este, como su volviéramos al Grünhorn, si no que enfrente y norte, glaciar arriba, en busca de su nacimiento.
Hacemos fotos simpáticas y nos equipamos con los crampones, justo antes de comenzar el recorrido por el frio y extensísimo hielo del Glaciar Aletsch. Al final me estoy acostumbrando a los talones heridos, sin solución mientras tenga que llevar estas botas y calcetas, y tengo que hacerme a la idea del dolor y daño al pié que tendré en lo que nos queda de actividad.
Comenzamos a caminar sobre el glaciar en dirección a la bajada del enorme y espectacular Glaciar Ewigschneefäld, que aparece bajando como si fuera una gran cascada de hielo, seracs y gigantesco bloques de hielo, soberbio, magnífico e impresionante. No tenemos que pasar por encima, si no que justo lo rodearemos suavemente quedando éste a la derecha, subimos un poco justo cuando se une con el Aletsch. No hay grietas, no hay obstáculos ni impedimentos de tamaño reseñable. Sí hay muchos canales de agua que por la mañana no baja tanta agua como lo hace por la tarde, verdaderas acequias, azarbes de agua fría que baja con gran velocidad.
Poca gente vemos caminar por el glaciar. Solo nos cruzamos con unos pocos a medida que avanzamos por él. Los primeros son una pareja de montañeros que vienen justo de la dirección en la que vamos, por ello sigo los pasos que ellos han hecho hacia Konkordia, nosotros hacia el Jungfraujoch. La idea es ir hacia donde David me aconsejó: justo a la morrena o trozo de tierra bajo la montaña, entre el mismo Glaciar Aletsch que quedará a la izquierda, y el Glaciar Ewigschneefäld que quedará a la derecha y atrás… justo la unión de estos dos glaciares en su parte más al norte, más alejado de donde estamos, es la que forma una enorme grieta que los separa, imposible de saltar, de superar, profunda y ancha… y por ello nos acercamos a esta parte que nos permitirá pasar de un lado al otro del glaciar, para girar hacia la izquierda, norte y arriba, para seguir por el mismo Glaciar Aletsch.
Manolet o Pau dicen de caminar hasta el centro del Glaciar Aletsch y girar hacia la derecha y norte, glaciar arriba por su centro… lo que ocurre es que, por la grandeza del glaciar, caminaríamos más, haríamos más trayecto y es preferible llegar a la zona de grietas antes de que el sol caliente demasiado… el día será muy soleado sin nubes; hay que aprovechar el fresco y frio de la mañana para pasar por los puentes de nieve con tranquilidad.
La visión tan de cerca de la caída, ahora que casi lo tenemos enfrente, del Glaciar Ewigschneefäld, esa gigantesca cascada de hielo, es impresionante, fascinante, preciosa. Cada dos por tres levanto a cabeza y observo un nuevo perfil de la cascada, de esa enorme y ancha caída del Glaciar Ewigschneefäld, hasta que queda atrás a mi derecha, casi a mi espalda. También observamos el perfil norte de esa montaña que ostentaba sin saber dónde me metía: el Aletschhorn: también es impresionante, precioso, alta, alpina, rodeada en su base, arriba de la parte del Glaciar Aletsch que se dirige a HollandiaHütte, por crestas, espolones verticales, encrespados, como el que quería asolir para llegar a su cima, la Haslerrippe, aunque en la parte central y alta está más tumbada, en la parte inicial está más vertical, no parece coser y cantar, desde luego; y arriba su cono helado, congelado, ancho y blanco, de la cima de la montaña. A sus lados, y sobre todo en la parte oeste, en dirección al collado de HollandiaHütte, parece que no ha llegado el calor a este punto: la blanca nieve y los glaciares invaden las verticalidades y crestas dándole una imagen preciosa, espectacular, casi invernal, que contrastada con el día tan despejado, tan llamativo y soleado… increíble, precioso.
Pero delante, hacia donde nos dirigíamos, aparecía otra subida (o bajada) de Glaciar Aletsch con el fondo del sinigual y famoso Jungfrau, con esa forma y perfil tan agreste y característico. Roca, nieve y sobre todo hielo blanco, como de merengue, se fundía en esta montaña; con verdaderas paredes verticales en un lado y casi toda su vertiente sur que veíamos (como lo sería en la norte) y un solo pasillo, pala, de hielo glaciar que sube hasta su cumbre, con una pendiente seguramente de 45 o más grados, que le sube como a escondidas, sin saberlo la montaña, por su lado oeste. Preciosa y magnífica… realmente el paisaje en este día, la visibilidad y lo que nos rodea, es impresionante, precioso, maravilloso, como una postal de 360º de la belleza alpina suiza. Nos deja boquiabiertos, hipnotizados, impresionados.
Por fin nos acercamos a la morrena indicada, donde a la izquierda se abre la gigantesca, alargada, ancha y profunda grieta que une y separa los glaciares, y que justo por este paso pegada a la montaña sin hielo, sin nieve, pero sobre los témpanos de hielo de los mismos, llenos de tierra, arenilla y piedrecillas, cruzamos de un lado al otro, con pasos como si nos encontráramos en un laberinto con las paredes invisibles, de cristal transparente… hay unas huellas que intentamos seguir… con lo que pienso es un paso, un lugar, frecuentado y recorrido, para salvar los dos glaciares, habitual.
Ya estamos en la otra parte del glaciar y delante, a unas decenas de metros más caminando, nos encontramos con que el glaciar comienza a subir paulatinamente, suavemente, como lo hacen las olas, las ondulaciones de este glaciar. Vemos otro grupo, otra pareja, que acaba de bajar por la subida que nosotros queremos hacer, y me fijo por donde han ido para intentar ir por el mismo sitio, ya que allá comienza a dejar de ser horizontal el glaciar, el hielo, se inclina más, y comienza a aparecer un campo de grietas pequeñas, largas pero muy agrupadas, importante.
Pero antes de comenzar a ascender esa parte del glaciar, nos paramos en unas rocas a la derecha, grandes rocas, cerca de los límites este del mismo, a almorzar, a desayunar… supongo que son alrededor de las 10 a 11 de la mañana. Vemos que otro grupito bajan de Jungfraujoch y se habían parado aquí. Después de almorzar seguimos en dirección a la parte del glaciar que comienza a subir pero intentando seguir por la menos inclinada y con menos grietas… llegará un momento que eso será imposible y tengamos que encordarnos saltando grietas, en un primer momento más o menos visibles y más estrechas que anchas, con una distancia de tres, dos y luego a menos de un metro de distancia unas de otras… es un verdadero laberinto de grietas, de un ir y venir de un lado a otro para intentar salvarlas. Por suerte hemos encontrado huellas e intentamos seguirlas. En un principio cada uno coge el camino que le interesa y nos separamos en el ascenso por el glaciar… pero llegados a un punto en el que el glaciar se pone más imposible por las grietas, nos tenemos que reunir para encordarnos… siempre sin dejar de tener contacto visual.
Un grupo numeroso aparece bajando por mi lado izquierdo; y supongo que por ese lado haya un buen camino para sortear las grietas. Parece un guía encordado a sus clientes, unas 6 u 8 personas, con lo que decido acercarme a dicha zona del glaciar como pueda. Por suerte esta parte donde comienza la subida y el gran Glaciar Aletsch se verticaliza, no hay o hay escasa nieve, de forma que ves las grietas para poder saltarlas o evitarlas sin peligro… pero más arriba, cuando el glaciar comienza a aplanarse, horizontalizarse, las grietas son menos numerosas pero más anchas, profundas, peligrosas, y a nieve que ya hay aquí arriba no deja que veas el peligro, además una nieve a veces licuada, deshecha, primavera, nada helada y cohesionada, peligrosa. Ésta es la parte que nos decía David que debíamos cruzar antes de las 12 de la mañana, antes de que los puentes de nieve por el calor se deshicieran, se rompieran con el peso de nuestros cuerpos y fuerza de nuestro caminar. En esta parte sí que tenemos que pararnos y asegurar a cada compañero el salto que debe de hacer en el agujero que ha quedado visible, ya que debajo de él puede haber dos o tres metros a cada lado, delante y atrás, de profunda grieta… el agujero de nieve siempre está justo en el centro de la grieta. Nos tomamos nuestro tiempo. Pero al final subimos a un plateau semi llano o al menos con ondulaciones de las formas del glaciar, menos peligroso, menos vertical, más factible y amable; en el que un camino o huella muy bien marcada en la nieve, nos lleva en dirección a las paredes de un peñasco que queda al fondo, arriba, entre las vertientes e inmediaciones del Mönch a la derecha y este, y del Jungfrau a la izquierda y oeste. Sobre este peñasco vamos apreciando a medida que nos acercamos, alguna construcción, alguna sombrilla y terraza, alguna persona tranquila y relajada… es Jungfraujoch y toda sus instalaciones turísticas.
Mientras cogemos altura por el glaciar, mientras lo vamos subiendo, echamos la vista atrás y descubrimos un paisaje alpino, helado, alucinante: el extenso y grandioso valle glaciar del Aletsch, rodeado de verticales murallas, crestas y picos colmados de otros glaciares más o menos blancos, desafiantes, con unas cimas agrestes, cortadas o con un reconocido plateau de hielo y nieve como el alto Aletschhorn que nos queda justo a nuestra espalda… es un paisaje alucinante y espectacular; y el día sigue siendo extraordinario, con una visibilidad encomiable. Somos unos privilegiados en este sentido.
En definitiva, el recorrido del día de hoy, en esta primera y más larga parte, solo hay que ir glaciar arriba en busca de un peñasco, de un peñón, que sobresale entre la nieve, el blanco hielo, en la parte más alta del valle glaciar principal y en medio del mismo, que es el peñasco de Jungfraujoch. No hay pérdida. Parece que está aquí al lado, pero hay que seguir por el hielo del glaciar que, por muy llano y extenso que lo veamos, siempre tendrá algún tramo de laberinto, de pararse, de vueltas… con sus grietas y nada rápido andar con los clavados crampones. Pero casi un paseo, un largo paseo… si no te dan miedo las grietas y los oscuros abismos sin fondo.
El peñón vertical y casi aguja del Jungfraujoch es reconocible por que en su aparentemente vertical y agreste cima rocosa, hay un edificio notable, que se puede ver o casi distinguir casi desde cualquier parte del glaciar que se vea el peñasco. Y es de donde venía la luz cuando hace 5 años se nos hizo de noche para llegar al Refugio Konkordia, que Olga se asustó porque pensaba que ese día (noche) teníamos que llegar allá…
Ya casi estamos debajo del peñón del Jungfraujoch y comenzamos a descubrir todo lo construido y montado por el hombre: las pisadas en la nieve abundante se convierte en una pista nevada que llega justo debajo del peñón; arriba de él una especie de terraza, que a medida que nos acercamos va desapareciendo de nuestra vista, mientras que a la derecha aparece una zona de diversión y actividad: una gran tirolina rodeada de gente, en la que los turistas y curiosos que han subido cómodamente en el tren cremallera del Jungfraujoch, se lanzan desde las paredes rocosas del peñón del collado, y una vallada zona de nieve les sirve de aterrizaje. Una escalera, puerta, aparece en mitad de la pared del peñón en su lado este.
Subimos en dirección oeste, girando justo casi debajo de las paredes del peñón del Jungfraujoch. Nos acercamos a la tirolina y un “operario” nos invita a alejarnos de la zona de “aterrizaje” de la misma. Hay muchos turistas; el día es excelente, muy propicio para visitar esta zona, este lugar, la alta montaña alpina… hemos vuelto a la abarrotada y agobiante civilización.
Subimos a una pista que ha hecho un quitanieves de esos de pistas de esquí, que aplana y endurece en pequeños canalitos (de las ruedas de oruga), la nieve, dejando a nuestra espalda el Jungfraujoch y su peñón con la construcción en su cima y oberturas en su pared, para dirigirnos subiendo por dicha pista levemente en dirección a la parte sur del Mönch, que ahora muestra su vertiente y perfil suroeste. Y de esta manera llegar al Refugio de Mönchjoch, que queda justo incrustado en una cresta de roca limpia de nieve, que baja de la misma cima del Mönch hacia el sureste, o sea, que pasaremos por toda la base sur del Mönch quedándose éste a nuestra izquierda y arriba.
Me adelanté. Manolet y Pau se quedan poco más atrás mientras subimos por la tranquila y fácil pista. Hay mucha gente. Turistas. Pero también montañeros, alpinistas que suben o bajan del Jungfraujoch al Mönchjochhütte. Realmente es muy fácil subir en el tren cremallera hasta Jungfraujoch, y en media hora y poco desnivel llegar al Refugio de Mönchjoch, pasar una noche, y al otro día subir al mismo Mönch (arriba del refugio) o al Jungfrau (al otro lado, hacia el oeste, de Jungfraujoch). Una familia aparece con abuelos, padres y nietos… es el cumpleaños de la madre, lleva una cinta con los años que hace, cuarenta, les digo si les hago una foto conmemorativa mientras espero en la pista de subida al refugio a Manolet y Pau. Alegría y simpatía.
Y mientras estoy parado unos minutos, observo el extraordinario paisaje en este día tan extraordinario: hielos, nieves, roca puntiaguda… un laberinto de altas y magníficas montañas. Destaca el Jungfrau a mi espalda (mientras camino) al otro lado del Jungfraujoch, con su perfil característico distinguido desde cualquier parte del Glaciar Aletsch donde lo viéramos, con esa lengua inclinada, vertical, de hielo blanco y limpio, que desde se alza desde un colladito helado hasta la misma cima, rodeado de precipicios y barrancos de roca desnuda. Aunque desde este lado solo se ven impresionantes paredes verticales de roca cortada, puntiaguda, ocultando la subida normal por la lengua de hielo; eso sí, se aprecia el colladito sur desde donde sale dicha lengua glaciar hasta su cima. Es impresionante.
En la pequeña y leve subida por la pista, me percato de los montañeros, alpinistas que invaden por un punto concreto el Mönch: es la cresta de subida a su cima. Me voy acercando. Justo en el punto más cerca de la pista a dicho comienzo de la cresta, hago foto y observo el comienzo de la cresta… no parece demasiado difícil y está abrigada ante alguna caída. No es peligrosa. Unos montañeros hacen un rapel para bajar la parte final (o principio) de dicha cresta. Parece divertido. Una vez superado este paso, la cresta es menos vertical, más factible… no parece imposible… lo único son mis talones, que día tras día, están peor, no se curan, y hay que volver al coche, pero resisto como buen “guerrero” de la montaña que soy.
Una vez cruzado el paso sur de esta cresta (justo al sur de subida al Mönch) por el camino, y saltar algunas grietas ocultas y señalizadas por el quitanieves, ya descubro el incrustado Refugio de Mönchjoch bajo unas paredes de roca limpia, sobre el camino y aguantado, montado, casi en el aire, por unos andamios y pilares de hierro que hace que parezca sea precario y volátil, pero supongo que será todo lo contrario.
Al otro lado del refugio otro paisaje impresionante de alta montaña alpina. Esto es el paraíso montañero. Más glaciares y montañas picudas. Antes de llegar a la pequeña subida al Refugio de Mönchjoch espero a mis compañeros para llegar todos juntos. El refugio se ubica a 3.657 mts., solo a 500 metros por debajo de la cima del Mönch. Increíble. No parece tan extraordinario como Konkordia o el Refugio del Finsteraarhorn, más bien pequeño pero cuco, allá arriba como un resalte más de la cresta sureste del Mönch.
Llegamos al refugio y nos desequipamos en su entrada. Manolet le ha dado un bajón, me dice que le busque alguna bebida isotónica para recuperarse, y de paso miremos las reservas. Después de adecuarme para entrar en la parte habitable del refugio, subo unas escaleras, ya que el refugio tiene varias plantas, y me acerco al mostrador del comedor donde intento entablar una conversación en una especie de inglés con la encargada suiza del refugio.
Primero me cuesta explicar que necesito una bebida reanimadora para mi compañero. Mi inglés (si es que se le puede decir inglés) es cada vez peor… al cabo de unos interminables minutos, solo tiene Coca-Cola para ofrecer, el resto cerveza, vino… Bajo y se la doy a Manolet que está sentado en el largo banco de la entrada al refugio donde están las taquillas, perchas… Después compruebo las reservas y aquí es donde vino el lio: total, resumiendo, me equivoqué al hacer las reservas y cogí el día de ayer más el día de hoy (gracias a los correos antiguos de Gmail sin conectarme a internet) puede ver que la reserva estaba mal y hecha y la “jefa” del refugio (que casi me fulmina con la mirada y sus “empáticos” gestos) tenía razón. Con lo que teníamos que haber llegado ayer… y no llegamos.
Debate, discusión, le pido a la jefa que cambie el día de ayer que no llegamos y no pudimos disfrutar de la reserva por el día de mañana. Que ha sido un error de fechas. No. Si queremos quedarnos mañana tendremos que volver a pagar una noche más (que no son baratas en estos refugios) y a la vez perdemos el pago o reserva de ayer en el refugio. Es indignante lo poco flexible que son en el refugio. Donde hay demanda y negocio, al final se pierde la humanidad, el verdadero sentido de un refugio de alta montaña. Me enfado… al menos que nos enseñe donde pasaremos esta noche y ya veremos si nos quedamos para mañana, lo tengo que consultar con Pau y Manolet.
Me duele mucho que sean tan intransigentes, cuadrados de mente, y no puedan hacer ni una sola excepción, sabiendo que las noches están pagadas… se lo comento a los compañeros lo ocurrido. Manolet, que es un organizador exigente y cuidadoso, me dice “Terrés, estas empanao”, y “no pienso dar más dinero a estos Suizos, aunque los pagues tú…” Seguramente hice la reserva con las prisas de que se acercaban las fechas, en esta salida a los Alpes casi relámpago (en cuestión de tiempo para su organización), y los días bailaron… ¡Qué se le va a hacer! Al final ente debates y opiniones decidimos que mañana madrugaríamos mucho, intentaríamos el Mönch al amanecer, y bajaríamos todo el glaciar intentando acercarnos a Fiesch lo más posible… quizás pasando una noche en vivac en sus afueras, por el Refugio Gletscherstube en Märjelen. Ya veríamos.
Manolet se ha recuperado comenzamos a “inspeccionar”, a merodear por el refugio. Lo primero es ir a la habitación para dejar la cosas, saco de dormir… resulta que nos han dejado la habitación del desván, en la que tienes que subir por una escalera, como las que cruzan las grietas glaciares, de aluminio y vertiginosa, y en la habitación no te puedes poner de pié, como mucho sentado en el centro bajo la biga del techo a más altura… a veces para movernos por la habitación, tenemos que arrastrarnos. Es un “palomar”. Por lo visto, como he dicho en anteriores ocasiones, es un refugio muy visitado, con la cercanía de poder llegar en tren cremallera a tanta altura y a tan solo poco más de media hora de camino, y por lo visto está lleno. A veces pienso que a la “jefa” del refugio le sentó mal que reservara y no apareciéramos, como si a mí me gustara regalar dinero, y por eso nos dio la habitación del desván. Indignante.
Después de acomodarnos, hacer alguna foto y sacar el saco para ocupar el sitio en la habitación, descansamos mejor tumbados y hablamos antes de bajar a la cena. Me hago las curas de los talones; siguen sin curarse: me quito el Compeed (con algo de piel), sigo sangrando, no se cura. Ha habido un momento en la subida por la pista nevada al refugio que debía marcar un paso, un modelo de movimiento, para no hacerme excesivo daño, al final tomas al dolor como parte de la actividad y lo asumes, no queda otra… Esta modificación del movimiento y posición del pié mientras camino, al final tendrá sus consecuencias…
El refugio y su ubicación son cucos, consta de varias plantas (incluido nuestro “zulo” del desván), desde la planta baja de entrada, la del comedor, otra con más habitaciones… una terraza para ir a un baño que no se corresponde con la cantidad de visitas y dinero que dejan éstas al refugio, aunque parece que los estaban arreglando o en obras. Dicha terraza tiene unas vistas cautivas hacia el suroeste, hacia parte del plateau del Jungfraujoch, y del oculto desde aquí, valle del Glaciar Aletsch, con la imponente y altivo, así como engañoso Aletschhorn, el cual desde aquí no parece excesivamente difícil en la parte más alta o final a la cumbre, sin contar el espolón o cresta por el que pretendía ascender, la Haslerrippe, que apenas se vislumbra desde aquí. Es como una pirámide o más bien un cono gigante, blanco inmaculado, casi puntiagudo.
Pero las vistas hacia el otro lado, hacia el este, hay que recordar que el MönchjochHütte está en un collado bajo la cresta suroeste del mismo Mönch, también son espectaculares y emocionantes. Otro gran plateau glaciar entre crestas y espolones puntiagudos, sobresaliendo a otro lado una de las montañas más difíciles de subir de este macizo Bernés, el Schreckhorn. Impresionante. Y al atardecer, cuando se va poniendo el sol y el frio es más intenso, los colores de las montañas se van difuminando por la lucha entre las sombras y la luminosidad de la blanquísima nieve sobre los glaciares. Es extraordinario.
Y después de merodear por el refugio, cambiarnos, ver el paisaje y descansar pocos minutos en “el palomar”, es la hora de la cena: el comedor es grande, espacioso con muchas mesas; pero es que hay muchos grupos, muchos huéspedes, incluso diferenciamos grupos y personas entre ellos, pocos españoles (creo que solo nosotros), una pareja de sudamericanos jóvenes con, después descubriremos al día siguiente, su guía, otros alemanes, suizos y de países de alrededor los más numerosos… lo tienen tan cerca. La cena abundante. Nos dan a probar el vino de la zona, supongo que de los fondos de los valles de Berna o Interlaken. La jefa del refugio se nos hace ahora la simpática, ya no está tan “enfadada” por no haber aparecido el día anterior, a pesar de mi reconocimiento de que fue un error mío… nos dice que si queremos podemos repetir, y nosotros intentamos comernos lo que nos tocaba hoy y lo que nos tocaba ayer de comida… hay hambre, y ya sabéis que la alta montaña desgasta mucho.
Al final unos momentos agradables mientras cenamos e incluso nos relacionamos con el resto de comensales que se sientan con nosotros en la misma mesa. Probamos una nueva cerveza de trigo más contundente, con más cuerpo. Hacemos algo de sobremesa como buena costumbre española en nuestra mesa del comedor de este simpático refugio (si no tienes que dormir en “el palomar”). No sé si recuerdo que Javi Berenguer y/o David Soriano durmieron también aquí arriba, en el desván; cuando nos relataban su estancia y actividad en esta montaña y zona.
Nos vamos a dormir con los planes del día siguiente ya en la cabeza: intentaremos hacer el último pico que nos queda por intentar, el Mönch, nos levantaremos temprano para no fallar, cuando el sol aún no haya salido por el filo del Schreckhorn, y la oscuridad aún reine en la alta montaña alpina; y después glaciar abajo en busca de la entrada del primer día… promete ser un día completo y dinámico. No pasaremos más noches en este refugio cuyos guardas o normas son inflexibles ante las reservas de los montañeros, como si de un hotel en la playa de Guardamar se tratara. Decepcionante.
Una vez subida la vertiginosa escalera de aluminio, casi nos arrastramos por el suelo en el centro de la habitación “palomar” para llegar al lugar donde dormiremos. Hay más gente, casi se ha llenado el “palomar”, intentamos no hacer ruido y no molestar, ante las llamadas de atención de uno de los alemanes, suizos… que duermen en el suelo con nosotros. Incómodo.